martes, 1 de febrero de 2011

PULMONCILLOS URBANOS

Del polvo nacemos y a éste regresamos cuando fenecemos. De forma menos literaria, de la naturaleza salió la humanidad y a ella nos acercamos tanto como podemos.. Y cada vez más, sobretodo por parte de los urbanitas.
La primera civilización conocida, la babilonia, creó los jardines con la intención de confeccionar terrenos donde deleitarse, recreando la quintaesencia de los bellos espacios de la naturaleza (bosques, estanques, riberas, praderas...) mediante una selección de aquellas plantas, árboles o vegetales que se antojaban llenos de hermosura o bien insuflaban bienestar al espíritu tan sólo por su contacto o presencia.


Y así siguieron distintos pueblos y civilizaciones: griegos, romanos, la cultura islámica, el renacentismo italiano o francés, el modernismo, los jardines temáticos... Es decir, que ha habido una preocupación o interés por atraer las plantas hasta las urbes, o más ampliamente, meter la natura en la cultura.


En la actualidad, y últimamente demasiado a menudo, la evidente contaminación atmosférica golpea a los habitantes de las ciudades, con virulencia incluso cuando se dan determinadas condiciones atmosféricas, que hacen brotar afecciones del sistema respiratorio y un innúmero de alergias. La polución es omnipresente y creciente en casi todas las ciudades del mundo, por no decir en todas, y cuando no se superan los índices que establecen las autoridades (cómo son fijados es una triste aventura de entrelazados y turbios intereses) no quiere decir que no exista contaminación, si no que está siendo barrida por el viento hacia otras partes... Barrer y esconder la broza debajo de la alfombra no es limpiar!


Los grandes pulmones o purificadores del mundo son los océanos (las algas), los bosques tropicales y cadena de bosques ártica. Los mares estan mermando su capacidad de intercambiar el CO2 por oxígeno a causa de la contaminación cada vez más extendida de las aguas; los bosques tropicales sufren incendios y deforestación, con lo que su extensión y su capacidad de intercambio, van paulatinamente disminuyendo. Y los bosques árticos están retrocediendo a causa de la enfermedad climática y el consecuente incremento de las temperaturas. Cada pigmento o molécula de clorofila es hoy un tesoro y su preservación e incremento un deber de la humanidad.



Una humilde planta, un tiesto en flor, unos cactus de adorno, etc. son bendiciones para nuestra atmosfera. Curar la enfermedad climática es una tarea que debemos incorporar a nuestro quehacer en la expontaneidad diaria. Por cada árbol que el planeta pierde que se levante en nuestro entorno una humilde hoja, una hoja que sumada a otras consiga retrasar unos segundos, unos días o unos años el punto-de-no-retorno, al cual los estudiosos y comprometidos apuntan que dentro de unos 5 años se puede llegar a una concentración de 450 ppm de dióxido de carbono, momento a partir del cual, aún disminuyendo la producción de CO2, la temperatura seguiría aumentando y empezaría un proceso incontrolado. Tenemos una concentración de CO2 no conocida en los últimos 2.1 millones de años, y creo que se requieren medidas extraordinarias, pero ninguna de éstas puede ser realizada a nivel indivual, aunque será meritorio plara el planeta y confortante para tu moralidad tratar de actuar ocasionando el menor impacto posible.


En las ciudades, además de los parques y algunas calles arboladas, los habituales balcones floreados siguen subsistiendo, pero además están apareciendo las casas que ajardinan su interior o habitaciones por completo; se ponen de moda los jardines colgantes en las fachadas de algunos edificios, además de las huertas urbanas!


Esas últimas acciones puedes tratar de realizarlas o apoyarlas. Y es más bien sencillo: tiesto+tierra+agua y algún vegetal. En cualquier caso, una hoja más es una contribución a la causa. ¡Sumemos!

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