domingo, 24 de enero de 2010

Caminos entrecruzados.

Cada vez con más frecuencia aparecen noticias en las que uno u otro animal _desde osos a elefantes, pasando por los saltamontes_ ha irrumpido en lugares propios de los humanos, reflejando siempre, en mayor o menor grado, la incomodidad, inconveniencia o peligrosidad de la situación. Y según el posicionamiento político, su posicionamiento eco-filosófico y según el amo a quien deban atender, se desprenden unas propuestas vergonzantes y alarmistas.





El problema o pseudo-problema de "pastor-las ovejitas-el lobo" es tan viejo como la humanidad y todavía no se ha establecido una solución o propuesto unos criterios que puedan resolver el aparente conflicto de intereses. Y éste es el quid último de la cuestión: ¿Porqué es el ser humano el que impone sus necesidades a la de los animales?

Muchos de ellos son consecuencia directa y causal de la actividad humana que se organiza en poblaciones y ciudades, no hace falta más que recordar al flautista de Hamelin, aunque hoy en dia las gaviotas comienzan a rivalizar con las ratas por los desechos y desperdicios. Estos animales no son el objeto de este post, pero es curioso como determinadas especies han empezado a forjar una simbiosis con la comunidad humana que, mientras no sea masificada o incómoda (pe, cigüeña VS palomas) no son fuente de tensión alguna.

Son los etiquetados salvajes o que resultan amenazantes (a saber, los jabalies, los osos, lobos, elefantes, tigres, etc.) los que ya no solo movilizan a granjeros, campesinos o cazadores, si no que ahora se les viene potencialmente toda una ciudad.

Pero tales animales no vienen a hacer turismo:

1. Sus tierras habituales estan siendo reducidas, alteradas o destruidas por la actividad económica humana, con lo cual necesitan algún lugar donde encontar el alimento que, como a ti y a mi, nos da energía y vida.




2. La destrucción de ecosistemas y la enfermedad climática, alteran los recursos cinegéticos, obligando a la migración y redistribución de las especies, así como la ampliación de sus lícitos territorios de caza o alimentación.




3. La actividad constructiva humana (carreteras, urbanizaciones, puertos marítimos, extraradios en expansión, etc.), produce un corte en las rutas migratorias y caminos habituales de los animales, quienes no suelen encontar alternativa a tales obstáculos y se en cuentran obligados a tirar recto.




¡Basta ya! No permitamos más pensar a nadie antropocéntricamente. Cada centímetro del este planeta pertenece al mundo, y nadie tiene derecho a reclamarlo para sí. Hay desde luego intereses y necesidades. Tengamos pues una mente ecológica, un pensamiento integral y un corazón silvestre: el conflicto se desvanece. Sólo la irrupción del empresario local o del transnacional interfiere con conocimiento de causa en el proceder natural de la naturaleza, y tan despreocupado como enteramente consciente de las consecuencias de su obrar.

Hay que empezar por apostar en la creación de reservas absolutas, donde los seres humanos no pongamos ni un pie, ni uno, nadie, y el biotópo fluya en perfecto equilibrio. Y desde luego, como primer paso, dejar de perturbar las rutas y los hábitats de aquellos animales que per se jamás frecuentarían las poblaciones urbanas.

Consigamos ya que los oligarcas dejen de infringir dolor. Hay que cultivar su conciencia, darles apoyo para superar su miseria interior, y con paciencia ayudarles a recordar la divinidad que nos recorre y cruza a todos. Nuestra alma es la conciencia, y los animales también la poseen.

Ahora, contrareloj, debemos extender el mensaje de que los animales y los humanos tenemos realmente nuestros caminos cruzados, como destino en este planeta. La interdependencia y el equilibrio son los factores del desarrollo de los ecosistemas. Todos somos marineros de esta bella nave: Gaia.



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